miércoles, 21 de octubre de 2009

Sci-Fi sobre el ‘apartheid’



 
Ciencia ficción, fantasía, drama, comedia negra, acción. La película sudafricana Sector 9 es cine, hecho sin menospreciar al espectador, con un planteamiento que, en lo cinematográfico, no se regodea en el simple entretenimiento o la espectacularidad más huera, y prefiere autoimponerse en el terreno formal un trazado audaz –lo que no suele verse en medio de la autocomplacencia que aqueja al cine de masas contemporáneo— que mezcla el falso documental dentro de la ficción misma, una mixtura que nunca es un escollo, sino el espacio de exploración de las posibilidades del entretenimiento a través de esa experiencia radical –ya sabrán por qué—por la que atraviesa el antihéroe del filme, Wikus (Sharlto Copley).

VIENDO HACIA ATRÁS. Sector 9 será ciencia ficción, pero es evidente su trasfondo ideológico, o lo que otros han llamado una alegoría sobre el ‘apartheid’ sudafricano, que también se extiende a la situación actual de la nación africana, donde las tensiones sociales por la extensión de la pobreza han ido en aumento. Rebobinemos: Sudáfrica vivió mucho tiempo bajo el ‘apartheid’, régimen basado en la segregación racial, económica, social y política del hombre negro a manos del blanco. Un rechazo criminal al otro que el director no duda en exponer con claridad. “Tienen que irse”, se escucha decir a un sudafricano negro cuando se le pregunta qué opina sobre la reubicación de los aliens.
Pese a algunas líneas endebles que afectan la historia, como el hecho de que nunca queda claro por qué estos alienígenas son incapaces de usar sus armas contra los humanos hostiles, solo cabe reconocer en Sector 9 un cóctel cinéfilo de sci-fi filmado al estilo cinema verite, donde son detectables las huellas de Spielberg, Cronenberg y del holandés Paul Verhoeven. A partir de hoy habrá que estar al tanto de lo que haga el cineasta sudafricano Neill Blomkamp, director del filme.
 


CARTELES DE LA VERGÜENZA
Algunos avisos que tuvieron vigencia durante la era del 'apartheid' en Sudáfrica. El parecido con los letreros 'sólo para humanos' que aparecen en Sector 9 no es casualidad. 



 


martes, 20 de octubre de 2009

SHARUNAS BARTAS



Supe de él por Leos Carax. En Pola X (1999), el último largometraje del cineasta francés, aparecía este lituano -ambos son amigos- dentro del reparto del filme. Hice click en Google y me di de cara con todo un universo excesivamente puntilloso en cuanto a la observación de la realidad. Por supuesto, el cine de Bartas es algo mucho más complejo que esta simple descripción, pero más adelante habrá tiempo para verlo con esa misma dedicación con la que él compone sus planos y secuencias. Lo ubiqué entre Bresson, Bela Tarr, Sokurov, Tarkovski y Dovchenko. Children Lose Nothing es un corto del 2004.

jueves, 1 de octubre de 2009

UNA VEZ ALGUIEN LE REGALÓ UN POEMA




En el 2001 Eric no sabía mucho de sí mismo, salvo que iba directo hacia abajo. Cosas raras empezaron a suceder en su vida. Soñaba demasiado episodios extraños (se preguntaba si no había leído demasiado a Bruno Schulz), bebía café en exceso, leía para entretener el cerebro, veía algunas películas en VHS y las repetía hasta ensuciar el cabezal, escuchaba música para intentar revivir los mejores episodios de su infancia y adolescencia… Intentaba cosas…

No sabía mucho de sí mismo, y pensaba que podría estar cerca de tomar un viaje directo hacia la tranquilidad. Eso era lindo, pero también encontró a T. (esto se merece una nota amplia a pie de página o estudio introductorio, pero como no hay mucho tiempo, cabe remarcar que los mejores momentos de la vida de Eric han sido producto del azar).
Y como nunca había ocurrido en su vida, ella le regaló un poema en papel color camote el 28 de noviembre de ese año, dos días después de cumplir años:

Sintámonos especiales./ la tristeza que inventó el hombre/hace mucho tiempo/ y que hoy,/ con ciencia y medios/ logró perfeccionar,/ no iguala a nuestra tristeza primitiva,/ impulso de los primeros pasos;/ con lágrimas que los dioses reciben/para retornarlas, halagadas,/ como jeroglíficos descifrados,/ en la lluvia que nos ahoga/ y que comprendemos.

Han pasado ocho años de ese acontecimiento homérico, y Eric aún conserva ese pedazo naranja intervenido con la letra de niña aplicada de T., y cuando lo lee, las tripitas se le revuelven como lo hacen las hojas secas en una vereda en invierno.
Donde esté (aunque le han dateado por ahí que la chica del jardín de los cerezos escribe una columna semanal en un diario de 70 centavos en Lima), Eric le desea a T. más y más venturas. No puede ser de otra manera.

PD. Eric vende pececitos de colores en una tienda de animales en Shangai. Intenta sobrevivir. Ya tiene pocos sueños, y escasos anhelos (sigue sin saber mucho de sí mismo), pero hace lo mejor que puede.
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